Ya todo ha quedado dicho para que éste domingo 5 de junio los peruanos acudamos nuevamente a las urnas a expresar nuestra posición en esta segunda vuelta. La mayoría ha decidido votar por uno de los dos candidatos; otros, no votar y pagar la multa; y, también estamos aquellos que consideramos que ninguno de dichos candidatos merece ser electo Presidente de la República por lo que viciará su voto o votará en blanco.
También es necesario mencionar el caso de aquellas personas que creen que cualquiera de los dos candidatos puede desempeñarse como Presidente, en consecuencia votar en blanco para ellos es sinónimo de neutralidad.
Todas estas actitudes se encuentran dentro de un proceder válido, en consecuencia deben ser respetadas.
Nuestra posición es votar en blanco o viciado a efecto de manifestar nuestro rechazo a ambas candidaturas y expresar también nuestro malestar contra otros políticos.
A quienes asumimos este comportamiento nos ha tratado de convencer votar a favor de uno u otro de diversas formas.
Por parte de los candidatos, accediendo al apoyo político de los perdedores que arrastraron una masa electoral considerable en la primera vuelta; accediendo al apoyo de intelectuales, artistas, en fin, personajes a los que se les atribuye cierta influencia en el público, en los electores.
Por parte de los candidatos, accediendo al apoyo político de los perdedores que arrastraron una masa electoral considerable en la primera vuelta; accediendo al apoyo de intelectuales, artistas, en fin, personajes a los que se les atribuye cierta influencia en el público, en los electores.
Personas que viven en el extranjero pero que “participan” de la vida política del Perú aunque no vivan en carne propia el día a día de nosotros los peruanos -en todos los sentidos de la palabra- también inclinaron sus preferencias por uno y otro candidato a fin que imitemos su decisión. Son estos peruanos de lejos, los que más atacaron a la posición que nosotros defendemos.
Estos dijeron que, asumir una protesta a través del voto blanco o viciado era un acto inútil, estéril. Sus hijos, que también viven en el extranjero, nos compararon con el avestruz, pues para ellos nuestra actitud es enterrar la cabeza bajo la tierra y no querer enfrentar la realidad.
Pero, sobre todo, se nos ha tratado de convencer por parte de los medios de comunicación quienes nos dieron el mote faltoso de "indecisos".
Lo visto en esta segunda vuelta del proceso electoral de 2011, será recordado como aquella oportunidad en que, dichos medios se jugaron un partido abierto y sin tapujos a favor de uno y otro contendor como nunca se hizo antes. Muchos nos sorprendieron olvidando el pasado de los candidatos lo que incluso les causó problemas internos con sus periodistas.
Todo el esfuerzo desarrollado entonces, por candidatos, por la prensa y por los eternos gurús de la democracia, significa la aceptación tácita que en toda sociedad, siempre existirá un sector que no se traga así nomas los cuentos y juramentos de los políticos, que se trata de un sector duro y que no se casa con nadie, al que ya no es tan fácil contarles el cuento de la honestidad, del respeto por la democracia, del deseo de corregir los errores del pasado.
La lucha política desarrollada en las últimas semanas ha tenido como finalidad captar el voto de aquellos que repudiamos ambas candidaturas por igual. Captar el voto de los que no quieren votar por nadie, por dignidad, por autorespeto.
Podría creerse que hubo buena intención en tratar de convencernos, pero no deja de ser un simple espejismo. Dos candidatos; políticos; mesías y prensa, tratando de convencer a electores duros a creer en una de las opciones, en uno de los programas o planes de gobierno.
En realidad no es así. Toda campaña parte de la premisa que queramos o no, ese sector duro, que no se traga cuentos, está obligado a votar porque así lo señala la Ley, en consecuencia el hecho de tener que ir, incluso en contra de su voluntad a depositar su voto, ya es un chantaje del que se valen.
Se han preguntado ustedes, qué hubiera pasado, en éstas elecciones, si en el Perú el voto no fuera obligatorio. Lo más probable es que solo irían a votar los convencidos o correligionarios, los que les dieron sus porcentajes respectivos en la primera vuelta, nadie más. En dicha hipótesis, la victoria de cualquiera tendría sabor a derrota pues no gobernaría con el respaldo mayoritario de la población sino sólo con sus crédulos o seguidores. Su credencial solo estaría respaldada con un pequeño porcentaje de votantes. Situación que pondría en observación permanente sus actos de gobierno.
Que nunca más se repita esta situación. Que el ciudadano se vea motivado a sufragar, sin presión, sin amenaza del pago de multas o muerte civil, que tan solo lo haga porque cree que hay políticos y programas dignos de darle el respaldo de su voto.
Sólo esto evitará que en el Perú cualquiera juegue a la política.
Max Marruffo S.
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