domingo, 23 de septiembre de 2012

LA RUTA 66, LAS UVAS DE LA IRA, JOHN STEINBECK, TOM JOAD Y BRUCE SPRINGSTEEN

Escucha mientras lees


 A la memoria de mi padre

“La carretera 66 es la ruta principal de emigración. La 66, el largo sendero de asfalto que atraviesa el país, ondulando suavemente sobre el mapa, de Mississipi a Bakersfield, por las tierra rojas y las tierra grises, serpenteando montaña arriba hasta cruzar las cumbres, siguiendo luego por el deslumbrante y terrible desierto hasta atravesarlo, alcanzar la nueva cordillera y llegar a los ricos valles de California.
La 66 es la ruta de la gente en fuga, refugiados del polvo y de la tierra que merma, del rugir de los tractores y la disminución de sus propiedades, de la lenta invasión del desierto hacia el norte, de las espirales de viento que aúllan avanzando desde Texas, de las inundaciones que no traen riqueza a la tierra y le roban la poca que pueda tener. De todo esto huye la gente y van llegando a la 66 por carreteras secundarias, por caminos de carros y por senderos rurales trillados. La 66 es la carretera madre, la ruta de la huida”.

-Novela “Las Uvas de la Ira” Cap. 12.
Con estos párrafos iniciales pertenecientes al capítulo 12 de la novela Las Uvas de la Ira, John Steinbeck describe a la Ruta 66 (Route 66), carretera por la que a comienzos de la década de los 30’s del siglo pasado su personaje Tom Joad y su numerosa familia, a bordo de un camión destartalado, huyeron -con dirección a California- de los estragos de la sequía y tormentas de tierra que han asolado los maizales de Oklahoma y de la miseria en que los ha sumergido la feroz política de mecanización del campo, que para rematar, dejó a miles de familias, como la suya, sin hogar, sin trabajo, sin sustento.
Trazo de la Ruta 66 en rojo
La Ruta 66 fue una larga carretera que unía el Este con la Costa Oeste de los Estados Unidos, desde Chicago a Los Angeles, y por la cual se desplazaron millones de personas, desde uno y otro lado, con fines y anhelos diversos, en busca de mejores condiciones de vida, de placer, de aventura, de búsqueda y de encuentro personal. Por ello se le conoció como la Calle principal de América y alcanzó, a través de sus casi sesenta años de existencia, la condición de ícono de la cultura americana del siglo XX, pudiendo ser su evocación alegre o dolorosa, como en el caso de la novela Las Uvas de la Ira.

El trazado y construcción de la legendaria carretera se debe a Cyrus Abery, que junto a otros  empresarios de los estados de Oklahoma e Illinois plantearon al gobierno federal de los Estados Unidos la necesidad de una vía, distinta a la del ferrocarril transcontinental, por donde se pueda desplazar personas y mercaderías de una costa a otra, y que debía pasar por una serie de poblados y ciudades que representaban los puntos principales del flujo comercial de principios de los años 20, vía carrozable que debía integrarse a la incipiente Red de Carreteras Federales de Estados Unidos (instaurada en 1926).
La inauguración de la ruta -que recibió el número 66 ha pedido del propio Cyrus Abery- se llevó a cabo el 11 de noviembre de 1926 y llegaría a tener una longitud de cerca de 4,000 kilómetros tras cambios y mejoras en su trazado. A ella se unirán otras vías de la Red Federal y una serie de carreteras secundarias que provenían del Este, del Sur y del Medio Oeste:
“Clarksville y Ozark, Van Burren y Forth Smith están en la 64, que llega a un extremo de Arkanzas. Y todas las carreteras pasan por Oklahoma City, la 66 que viene de Tulsa, la 270 que sube desde McAlester. La 81 desde Wichita Falls al sur, hasta Enid al norte. Edmond, McLoud, Purcell. La 66 sale de Oklahoma City; el Reno y Clinton, hacia el oeste siguiendo la 66. Hydro, Elk City y Texola; allí acaba Oklahoma. La 66 atraviesa el Panhandle de Texas Shambrock y Mclean, Conway y Amarillo, Wildorado y Vega y Boise, y termina Texas. Tucumcari y Santa Rosa, por las montañas de Nuevo México hasta Alburquerque, a donde llega la carretera después de pasar por Santa Fe. Luego siguen las gargantas del Río Grande hasta Los Lunas y más hacia el oeste por la 66 hasta Gallup y la frontera de Nuevo México. Entonces vienen las altas montañas, Holbrook, Winslow y Flagstaff, en las altas montañas de Arizona. Después la extensa altiplanicie ondulante como un oleaje terrestre. Ashfork y Kingman y de nuevo montañas de piedra donde el agua hay que acarrearla y se vende. Pasadas las montañas de Arizona, podridas por el sol, se llega a las riberas pobladas de cañas verdes del Colorado y allí termina Arizona. La otra orilla del río es California, que empieza con una bonita ciudad, Needles, a la orilla del río. Pero aquí el río es un extraño. Hacia el norte y tras una pradera abrasada está el desierto. Y la 66 continúa por el terrible desierto, donde la distancia reluce y en el centro las montañas negras cuelgan de forma imposible en la lejanía. Finalmente se llega a Barstow y sigue el desierto hasta que por fin vuelven a elevarse las montañas, las buenas montañas, y la 66 serpentea a través de ellas. De pronto un paso y al pié un hermoso valle, huertas y viñedos y casitas, y a lo lejos una ciudad, y ¡oh, Dios mío!, hemos llegado”.

-Novela “Las Uvas de la Ira” Cap. 12.
La Ruta 66 atravesó los estados de Illinois, Missouri, Kansas, Oklahoma, Texas, Nuevo Mexico, Arizona y California. La ciudad de Chicago en Illinois -lugar de inicio de la ruta- a su vez estaba conectada con otras carreteras que provenían de la Costa Este. Se puede decir entonces, que la vía unió los Estados Unidos de costa a costa.
Su pavimentación concluyó en 1938, por lo que durante más de diez años tuvo tramos que solo eran pista afirmada. También para esa fecha se mejoró ciertos puntos peligrosos y comenzó a moverse, de su trazado original, hacía tramos rectos que ahorrarían tiempo a los viajeros y a circunvalaciones o desvíos que permitían el recorrido fuera de los centros urbanos de ciudades con gran densidad poblacional y tráfico vehicular.
El trazo de la Ruta 66 permitió que muchos lugares naturales e históricos de la unión americana estén más al alcance del turismo. La 66 pasaba cerca del Gran Cañón del Colorado y de Meteor Crater (ambos en Arizona).
El desierto de Mojave, puerta de entrada a California viniendo del Este
El terrible desierto” al que hace referencia Steinbeck es el desierto de Mojave, puerta de entrada a California cuando se viene por el Este. Según Xavier Moret en su libro América América, viaje por California y el Far West (ediciones Península, Barcelona, 2001) el desierto de Mojave es negación de la vida misma y el tramo donde la Ruta 66 adoptaba su cara más dura. Moret reflexiona que es difícil imaginar la vida de los inmigrantes al atravesar esta zona en los 30’s, antes de la construcción de la autopista I-40 (que dejó fuera de servicio a la Ruta 66) que hoy en día permite hacerlo a una velocidad de 120 kilómetros por hora.
“Dicen que hay que cruzar el río Colorado y luego viene el desierto. Lleva cuidado con él, que no te quedes colgado por avería. Lleva agua en cantidad por si os quedáis detenidos.
Yo lo voy a pasar de noche.
Yo también. Pasar durante el día es una locura.


El camión cogió la carretera y subió la larga colina, a través de roca quebrada y podrida. El motor hirvió al poco rato y Tom disminuyó la velocidad y condujo con calma. Cuesta arriba, serpenteando y retorciéndose en medio de una tierra muerta, quemada, blanca y gris, en la que no había ni el más ligero rastro de vida. En una ocasión Tom se detuvo durante unos minutos para que el motor se enfriara, y luego continuó. Coronaron el paso mientras el sol aún estaba alto y contemplaron el desierto al pie…: montañas de ceniza negra en la lejanía y el amarillo sol reflejándose en el desierto gris. Los arbustos pequeños y raquíticos, salvia y tomillo, proyectaban sombras osadas sobre la arena y pedazos de roca. El deslumbrante sol estaba enfrente. Tom hizo una visera con la mano para poder ver. Pasaron la cima y bajaron en punto muerto para que el motor se enfriara. Se deslizaron por la larga cuesta hasta llegar al suelo desierto y el ventilador giró para enfriar el agua del radiador. En el asiento del conductor, Tom, Al, Padre, y Winfield en sus rodillas, contemplaron el luminoso sol poniente, con ojos pétreos, y los semblantes morenos estaban húmedos por la transpiración. La tierra abrasada y las colinas negras y cenicientas interrumpían la distancia uniforme, haciéndola parecer terrible a la luz rojiza del sol que se ocultaba.
Al exclamó:
- ¡Dios, menudo sitio! ¿Y si tuvieras que cruzarlo a pie?”.

-Novela “Las Uvas de la Ira” Caps. 17 y 18.
La Ruta 66 fue transitada por oleadas humanas en diversas circunstancias durante toda su existencia.
Gente de Oklahoma arribando a California
A comienzos de la década de 1930, tras el crack de la bolsa de New York, miles de habitantes de la zona cercana al Medio Oeste de los Estados Unidos (Oklahoma, Kansas, Missuri), en su mayoría dedicados al trabajo agrícola en tierras de las que sólo eran arrendatarios, se vieron afectados no solo por las terribles tormentas de tierra y polvo que cubrieron por días el cielo tras una mortal sequía que mató el sembrío, sino también, por la política de mecanización del trabajo que implementaron los bancos, nuevos dueños de la tierra en virtud de la ejecución de hipotecas que sus anteriores propietarios no pudieron cumplir tras el evento natural y la crisis económica. Paulatinamente, los campos de la región fueron concentrándose en pocas manos. Las nuevas enormes propiedades se destinaron al cultivo de un determinado producto cuando antes, en un espacio más pequeño, se sembraba una variedad de especies. Con el fin de abaratar costos, reducir la mano de obra interviniente y sacar mayor provecho, el tractor reemplazó al hombre trazando surcos. De pronto los vastos campos no eran otra cosa que largas líneas que se perdían en el horizonte. Las casas de los aparceros o arrendatarios fueron derribadas al paso de los tractores, las familias que las habitaron se vieron sin un techo donde vivir, la falta de trabajo de la tierra de la que fueron expulsados los dejó sin el sustento diario. De noche  a la mañana se vieron en la más absoluta miseria.
“Los tractores vinieron por las carreteras hasta llegar a los campos, igual que orugas, como insectos, con la fuerza increíble de los insectos. Reptaron sobre la tierra, abriendo camino, avanzando por sus huellas, volviendo a pasar sobre ellas, Tractores Diesel que parecían no servir para nada mientras estaban en reposo y tronaban al moverse, para estabilizarse después en un ronroneo. Monstruos de nariz chata que levantaban el polvo revolviéndolo con el hocico, recorrían en línea recta el campo, atravesándolo, a través de las cercas y de los portones, cayendo y saliendo de los barrancos sin modificar la dirección. No corrían sobre el suelo, sino sobre sus propias huellas, sin hacer caso de las colinas, los barrancos, los arroyos, las cercas ni las casas.


Los estados del oeste, nerviosos ante el cambio que comienza. Texas y Oklahoma, Kansas y Arkansas, Nuevo México, Arizona, California. Una familia expulsada de su tierra. Padre pidió el dinero prestado al banco y ahora el banco reclama la tierra. La compañía de tierras -es decir el banco cuando posee la tierra- no quiere familias para trabajarlas, quiere tractores. ¿Es algo malo un tractor? ¿No es buena la energía que abre los largos surcos? Si el tractor fuera nuestro, sería algo bueno, no mío, sino nuestro. Si nuestro tractor abriera los surcos de nuestra tierra, sería bueno. No de mi tierra, sino de nuestra tierra. Entonces podríamos amar ese tractor igual que amamos esa tierra cuando era nuestra. Pero el tractor hace dos cosas: remueve la tierra y nos expulsa de ella. Apenas hay diferencia entre el tractor y un tanque. Los dos empujan a la gente, la intimidan y la hieren. Hemos de pensar en esto”.

-Novela “Las Uvas de la Ira” Caps. 5 y 14.
Going to California
Paralelo a ésta situación, en el Oeste, grandes empresas agrícolas y medianos propietarios, habían sistematizado el trabajo en el campo, los cuales se dedicaban, sobre todo, al cultivo de frutas y algodón; todos ellos se habían asociado a fin de establecer formas de producción, trabajo y explotación que sea rentable con el mínimo costo posible. Era una forma que les permitía afrontar y salir de la crisis económica a costa de otros. Una política desalmada. Estos empresarios hicieron correr -en los estados del Sur y el Medio Oeste- millares de millares de volantes ofreciendo trabajo y buena remuneración en los campos de California, posibilidades de progreso y sobre todo vivienda y alimentación. Una carnada provocativa para miles de hambrientos sin hogar. Era un engaño. Lo que se buscaba era atraer la mayor cantidad de gente posible de tal manera que, una vez  congregados ante un determinado campo so pretexto de necesitarse mano de obra para una cosecha, era tal la cantidad de personas ansiosas de trabajar, que se le ofrecía a cada hombre una paga inferior a la habitual que con las justas le permitiría comer algo a su familia y a él. El hambre, la necesidad les obligaba aceptar, pero mientras más estaban dispuestos a hacerlo, la paga ofrecida bajaba.
Esa realidad la desconocían las miles de familias que salían a la carretera rumbo al Oeste a bordo de destartalados carros, cargando con todo lo que podían de su destruido hogar. A medida que avanzaban por la 66 a su destino en California, iban conociendo historias desesperanzadoras que aguaban sus sueños de prosperidad, pero por increíble que parezca, seguían adelante con la idea que con ellos la suerte iba a ser distinta. Y los volantes sin compasión o lástima, se seguían repartiendo por Oklahoma, Kansas, Missuri y demás estados por los que atravesaba la Ruta 66.

La oferta de fuerza laboral exedió la demanda
Por aquel entonces todos iban en una sola dirección, hacia el Oeste. Millares de carros viejos, modificados como camiones, algunos arrastrando un remolque, muchos quedarían abandonados en el camino ya que sus motores o neumáticos no resistieron. Todos los días y a cada hora caravanas interminables de vehículos pasaban por pueblos y ciudades atravesados por la Ruta 66. Todos los días y a cada hora, los viajantes buscaban en aquellos pueblos o ciudades comida y agua que pagaban con las pocas monedas dispuestas para todo el trayecto. Muchos buscaban conseguir repuestos de vehículos siniestrados con los que reparar las averías ocurridas durante el viaje. Estas necesidades motivaron que comience a instalarse comercios de todo tipo, restaurantes, gasolineras, talleres de reparación y venta de autos o repuestos usados, chatarra en general, que terminaron de esquilmar a los pobres peregrinos haciéndolos muchas veces víctimas de estafas.
Muchos quedaron en el camino
“En los pueblos, a las afueras de las ciudades, en los campos, en solares vacíos, aparecían almacenes de coches de segunda mano, de restos de piezas de automóviles, garajes con anuncios: Coches de segunda mano, coches usados en buen estado; Transporte barato, tres camiones; Ford de 1927 en perfecto estado; Coches revisados, coches con garantía; Radio gratis; Coche con cien galones de gasolina incluidos; Pase y vea; Coches de segunda mano; Sin gastos de administración.
Bastaban un solar y una casa en la que cupieran una mesa, una silla y un libro de cuentas, un fajo de contratos, con los bordes carcomidos, sujetos con clips, y un montón pulcro de contratos sin rellenar. Cuidado con las plumas, que estén siempre llenas y listas para escribir; más de una venta se ha perdido por no tener a punto una pluma.
Esos hijos de puta de ahí no vienen a comprar. Cada almacén tiene su panda de mirones. Se pasan todo el tiempo mirando, pero no vienen a comprar un coche, sino a hacernos perder el tiempo. A ellos nuestro tiempo les importa un comino. Allí, aquellos dos… no, los que van con los niños. Mételos en un coche. Empieza por doscientos y baja desde esa cifra. Creo que por ciento veinticinco se lo quedan. Consigue que se interesen. Que salgan de aquí en uno de esos cacharros. Que se lo lleven, bastante tiempo les hemos dedicado.


Mira Jim, he oído el ruido que hace la parte trasera de ese Chevrolet: suena igual que vidrios rotos. Métele un par de kilos de serrín y pon otro poco en los engranajes también. Tenemos que quitarnos de en medio ese birria por treinta y cinco dólares. Se lo compré a un cabrón que me timó. Le ofrecí diez, consiguió subir hasta quince y entonces el hijo de puta fue y sacó las herramientas de detrás. ¡Dios Todopoderoso! Ojalá tuviese quinientos cacharros. Esto no va a durar. ¿No le gustan los neumáticos? Dile que no llevan más de diez mil y rebájale un dólar y medio.


Escucha el motor, presta atención a las ruedas. Escucha con los oídos, con las manos en el volante, con la palma de la mano en el cambio de marchas, con los pies en las tablas del suelo. Escucha el golpeteo del viejo cacharro con los cinco sentidos; fíjate en un cambio de tono, en una variación del ritmo que puede significar… ¿una semana aquí parados? Esa vibración son las válvulas. Eso no es nada. Las válvulas pueden vibrar hasta el día del juicio sin que pase nada. Pero ese ruido sordo que hace el coche al moverse…; no es que lo oiga…, es como sí solo lo sintiera. A lo mejor el aceite no llega a algún sitio. Quizá los cojinetes empiezan a fallar. Por Dios, si se trata de un cojinete, no sé lo que vamos a hacer. El dinero se nos va muy deprisa.


Debemos comprar un neumático, pero, por Dios cobran mucho por una rueda vieja. Te miran de arriba abajo. Saben que tenemos que seguir adelante, que no podemos esperar. Y el precio sube.
Tómelo o déjelo. Yo no trabajo por amor al arte. Vendo neumáticos, no los regalo. Yo no puedo evitar lo que le ha pasado a usted. Tengo que pensar en mí mismo.
¿A cuánto está la próxima ciudad?
Ayer vi pasar cuarenta y dos coches como el suyo. ¿De dónde salen todos ustedes? ¿A dónde van?

A lo largo de la carretera 66 proliferan las hamburgueserías: Al and Susy’s Place, Carl’s Lunch, Joe and Minnie, Will’s Eats. Barracadas de madera. Dos surtidores de gasolina delante, una puerta de tela metálica, una larga barra, taburetes y una barra para los pies a lo largo del mostrador. Cerca de la puerta tres máquinas tragaperras, mostrando a través del cristal la riqueza en monedas de cinco centavos que prometen tres barras. Y junto a ellas el fonógrafo que funciona con cinco centavos, con los discos amontonados como pasteles, dispuestos a caer sobre el plato y hacer sonar música bailable. «Ti-pi-ti-pi-tin», «gracias por el recuerdo», Bing Crosby, Benny Goodman. En un extremo del mostrador un recipiente tapado; pastillas dulces para la tos, sulfato de cafeína llamado  «sin sueño», «para no dormir»; caramelos, cigarrillos, cuchillas de afeitar, aspirinas, bromoseltzer, Alkaseltzer. Las paredes decoradas con pósters, chicas en bañador, rubias de grandes pechos y caderas esbeltas y rostros de cera, con trajes de baño blancos, que sujetan una botella de Coca-Cola al tiempo que sonríen: vea lo que puede tener con Coca-Cola…”.


Un Nash de 1926 salía de la carretera pesadamente. El asiento trasero estaba tapado casi hasta arriba con sacos, ollas y sartenes, y encima de todo iban niños aplastados contra el techo. Sobre el coche había un colchón y una tienda de campaña plegada; los palos de la tienda iban atados a los estribos. El coche se estacionó junto a los surtidores de gasolina. Un hombre de pelo negro y el rostro como cortado con un hacha se apeó lentamente, y los dos críos resbalaron por la carga hasta llegar al suelo.
Mae rodeó la barra y se quedó en la puerta. El hombre llevaba pantalones grises de lana y una camisa azul, oscurecida por el sudor en la espalda y bajo los brazos. Los niños llevaban sólo unos monos, andrajosos y remendados. Tenían el pelo claro, de punta todo alrededor de la cabeza, casi cortado a cero. En el rostro mostraban churretes de polvo. Fueron directamente al charco barroso bajo la manguera y enterraron los pies en el barro.
El hombre preguntó:
-¿Podemos coger agua, señora?
Un gesto de irritación cruzó el rostro de Mae.
-Claro, sírvanse -habló quedamente por encima del hombro-. Voy a vigilar la manguera -clavó la vista  en el hombre mientras éste desenroscaba la tapa del radiador y metía la manguera.
La mujer, que se había quedado en el coche, de cabello muy rubio, dijo:
-Mira a ver si lo puedes comprar aquí.
El hombre cerró el grifo de la manguera y volvió a colocar el tapón. Los chiquillos se apoderaron de la manga, apuntaron hacia abajo y bebieron sedientos. El hombre se quitó el sucio sombrero negro y se quedó, con una curiosa humildad, delante de la puerta.
-¿Nos haría el favor de vendernos una barra de pan, señora?
-Esto no es una tienda de comestibles -dijo Mae-. Tenemos el pan para hacer bocadillos.
-Lo sé, señora -insistía con humildad-. Necesitamos pan y nos han dicho que no hay ningún sitio más hasta bastante más lejos.
-Si le vendemos pan, nos va a faltar -el tono de Mae comenzaba a ser vacilante.
-tenemos hambre -dijo el hombre.
-¿Por qué no compran bocadillos? Los tenemos muy buenos, de hamburguesa.
-Nos encantaría poder hacerlo, señora. Pero no podemos. Tenemos que comer todos por diez centavos -y añadió avergonzado-: Tenemos muy poco dinero.
-No puedes comprar una barra por diez centavos. Sólo tenemos de quince -dijo Mae.
Al gruñó a su espalda.
-Por Dios, Mae, dales el pan.
-Nos vamos a quedar sin pan antes de que llegue el camión.
-Bueno, pues que falte, maldita sea -dijo Al. Y miró osco la ensalada de patata que estaba preparando. Mae encogió sus hombros regordetes y miró a los camioneros para mostrarles por lo que tenía que pasar”.

-Novela “Las Uvas de la Ira” Caps. 7, 12 y 15.
A pesar de narrar con crudeza la triste realidad del vía crucis auto-impuesto por quienes huían de los efectos de la Gran Depresión, Steinbeck no despotrica de la ruta, sino más bien la nombra como carretera madre.
Nacido en el pueblo de Salinas - estado de California- el 27 de febrero de 1902, John Ernst Steinbeck Jr. un mil oficios de adolescente y de joven un alumno echado a perder de la Universidad de Stanford, se abocó a la escritura inclinándose por los problemas sociales de su época, sobre todo de los trabajadores del campo y los inmigrantes. Antes de su obra cumbre, Las Uvas de la Ira, publicó: Las praderas del cielo (1932), A un Dios desconocido (1933), Tortilla Flat (1935), Una vez hubo una guerra (1936) y La fuerza bruta (1937), todas, obras acerca de granjeros, braceros, inmigrantes mexicanos.
Las Uvas de la Ira se publicó en 1939 y aborda el tema de la emigración de campesinos de estados del Sur y del Medio Oeste hacia California que han perdido sus hogares, tierras y trabajo a causa de la crisis económica, desastres naturales y cambios en la forma de tenencia y trabajo de la tierra. Cuando inicié la lectura de este libro pronto se me vino a la mente una obra que trata una diáspora similar, la de los habitantes de una comunidad indígena en los andes peruanos, aunque ficticia: El Mundo es Ancho y Ajeno, del escritor peruano Ciro Alegría. En estas dos obras, las personas habituadas a su medio y entorno, a su forma rutinaria de vida, de un momento a otro se ven expulsadas de sus hogares y de sus trabajos; y luego de haber formado parte de un grupo humano cohesionado, deben dispersarse en busca de una nueva vida, aunque a desgano, en contra de su voluntad.
Las Uvas de la Ira es una crítica abierta, nada soterrada, al sistema económico capitalista, a la deshumanización de los dueños de los medios de producción, al egoísmo y la falta de solidaridad. Los Joad y los demás emigrantes, camino a California, han dejado de ser ciudadanos estadounidenses y se han convertido en “Okies”.
“¿Okie? -preguntó Tom-. ¿Qué es eso?
- Antes significaba que eras de Oklahoma. Ahora quiere decir que eres un cerdo hijo de perra, que eres una mierda. En sí no significa nada, es el tono con que lo dicen. Pero yo no les puedo explicar nada, tienen que estar allí. He oído que hay trescientas mil personas como nosotros, que viven como cerdos porque en California todo tiene propietario. No queda nada libre. Y los propietarios se van a agarrar a sus posesiones aunque tengan que matar hasta el último hombre para conservarlas. Tienen miedo y eso los pone furiosos. Ya lo verán. Ya lo oirán. Es la puñetera tierra más hermosa que haya visto, pero su gente no les tratará bien. Tienen tanto miedo y están tan preocupados que ni siquiera se tratan bien entre ellos”.

-Novela “Las Uvas de la Ira” Cap. 18.
Tormenta de tierra (Dust Bowl) en el medio oeste de EE
Escrita sobre la base de artículos periodísticos del propio Steinbeck, publicados en el San Francisco Chronicle, el año 1936, Las Uvas de la Ira tiene como personajes principales a Tom Joad y su familia: Padre, Madre, el Abuelo, la Abuela, el tío John; sus hermanos Noah, Al, Rose of Sharom (Rosasharn),  Ruthie y Winfield. Tom es un joven lleno de vida no obstante ha pasado cuatro años en la cárcel por matar a un hombre en defensa propia. La cárcel no lo ha marcado. A veces impulsivo sabe mantener una conversación y escucha. Tiene muchas ganas de reincorporarse a su hogar pero desconoce la situación en la que se encuentra la familia. Durante el trayecto por la Ruta 66 se percata de la mala actitud que tienen las autoridades y algunas gentes contra los “Okies”. Le subleva el abuso y la prepotencia y logra ser controlado por Madre, quien constantemente le recuerda que su libertad está dada bajo palabra y cualquier lío puede devolverlo a McAlister (lugar donde se encuentra la cárcel). Poco tiempo después de haber llegado a California, tiene que dejar a la familia luego de haber participado en una pelea en que matan a su amigo, el reverendo Casy, quien es calificado como rojo (comunista) tan solo por exigir mejor trato y mejor paga a favor de los braceros. Madre le advierte a Tom que lo pueden estar buscando. Tom Joad representa el espíritu de lucha a favor de las causas sociales.
Henry Fonda como Tom Joad
“¿Entonces qué, Tom?

- Entonces no importa. Entonces estaré en la oscuridad. Estaré en todas partes… donde quieras que mires. Donde haya una pelea para que los hambrientos puedan comer, allí estaré. Donde hay un policía pegándole a uno, allí estaré. Sí, Casy sabía, por qué no, pues estaré en los gritos de la gente enfurecida y estaré en la risa de los niños cuando están hambrientos y saben que la cena está preparada. Y cuando nuestra gente coma los productos que han cultivado y viva en las casas que ha construido, allí estaré, ¿entiendes? Dios, estoy hablando como Casy. Es por pensar tanto en él. A veces me parece verlo”.

-Novela “Las Uvas de la Ira” Cap. 27.
Bruce Frederick Joseph Springsteen (1949), conocido en el mundo de la música como Bruce Springsteen, en uno de esos giros musicales a los que está acostumbrado y en los que muestra que sólo se deja llevar por sus impulsos creativos y no por la intención de clavar un nuevo número uno, en 1995 grabó el álbum acústico: The Ghost of Tom Joad, que si bien estuvo inspirado en la Las Uvas de la Ira, fue una denuncia contra el trato dado a los inmigrantes ilegales en los Estados Unidos de los años 90’s.
No obstante que en la grabación del álbum estuvo apoyado por una banda, la gira promocional del disco se basó en presentaciones individuales de Bruce acompañado tan solo con su guitarra. En todos los locales de la gira hizo colocar un cartel que exigía, a quien llegara tarde a los conciertos, que debía esperar el momento adecuado para entrar a la sala. Además, Springsteen informaba a su público que las canciones del álbum se habían escrito en un ambiente silencioso por lo que la mejor manera de escuchar los temas era en silencio, pidiéndoles que, aún cuando tengan ganas, no canten o aplaudan.
Hombres caminando siempre por las vías del tren
yendo a algún lugar de donde no volverán
Helicópteros de la Patrulla de Caminos viniendo a lo largo de la frontera
Sopa caliente en una fogata bajo el puente
La fila de refugiados se extiende volteando la esquina
Bienvenidos al nuevo orden mundial
Familias durmiendo en sus coches en el suroeste
No hay hogar sin trabajo, no hay paz sin descanso
La carretera está viva esta noche
Pero nadie está bromeando acerca de a dónde va
Yo estoy sentado aquí a la luz de una fogata
Buscando el fantasma de Tom Joad.
The Ghost of Tom Joad.
Steinbeck
Notas:
Las Uvas de la Ira fue galardonada con el premio Pulitzer el año 1940. Dicha obra fue mencionada constantemente en el discurso de entrega del premio Nobel de Literatura 1962 a John Steinbeck. En 1952, Steinbeck publicaría otra famosa novela que fue llevada luego a la pantalla cinematográfica: Al Este del Edén. Ese mismo año escribió el guión de la película ¡Viva Zapata! Antes, en 1940, se estrenó la película Las Uvas de la Ira, con la dirección de John Ford y la actuación de Henry Fonda como Tom Joad.
- En los 40’s, cuando los Estados Unidos entraron en la Segunda Guerra Mundial, la 66 fue la ruta de traslado de las tropas y material bélico. En los 50’s, fue el camino preferido por quienes iban a pasar el verano a la ciudad de Los Angeles. En los 60’s sirvió para los viajes mágicos y misteriosos de los hippies, que convirtieron el hecho de viajar en un fin en sí mismo.
- La Ruta 66 fue retirada de la Red de Carreteras de los Estados Unidos cuando concluyeron las obras de la Autopista Interestatal 40 (I-40) en 1985, afectando la red de comercios y servicios que por 60 años se asentaron a lo largo de su recorrido. Del mismo modo, el cierre de la 66 provocó que muchos pueblos cayeran prácticamente en el olvido. A partir de los 90’s se han formado una serie de asociaciones que tienen el propósito de preservar los tramos que aún quedan de la mítica ruta y los han convertido en puntos de atracción turística, desarrollándose actividades que benefician también a los pueblos por donde pasó. Actualmente se le denomina Histórica Ruta 66.

Soundtrack:

(Get Your Kicks On) Route 66: Chuck Berry

Mercury Blues: Alan Jackson

On the Road Again: Willie Nelson

(Get Your Kicks On) Route 66: Bing Crosby & The Andrews Sisters

The Ghost of the Tom Joad: Bruce Springteen

Against the Wind: Bob Seger & The Silver Bullet Band

(Get Your Kicks On) Route 66: The Rolling Stones

Para mayor información de estos temas ir: Fichero de canciones

MAX MARRUFFO S.