jueves, 11 de agosto de 2011

MIRANDO DE FRENTE. EL PROBLEMA DE LA DELINCUENCIA (I)

En las últimas semanas, hechos criminales vuelven a consternarnos. El ataque a la familia de un congresista; la difusión de un video que muestra actos de crueldad contra un joven por parte de la policía y que provocaron su muerte. Hechos terribles de los que nadie puede desentenderse. Pero, también, hemos vuelto a escuchar las mismas soluciones que se  plantean cada vez que la delincuencia arremete. Propuestas de elevación de penas, eliminación de beneficios penitenciarios, aplicación de cadenas perpetuas, etc.
Delito y represión son los temas que ocupan nuevamente la atención de la mayoría de la población, pero esta vez ¿Existe una actitud seria y hay el ánimo de plantear verdaderas soluciones al respecto? o solo se está buscando, nuevamente, salir en la foto.
Aquí, en tres partes, expongo ideas básicas, con un lenguaje para el común de las personas, respecto de la función del Derecho Penal. De esta manera, mi intención es que se tenga una noción del problema que implica la persecución y sanción del delito.
(N.E. 23/08/11: Con fecha 23 de agosto, se publica en el diario Perú 21, una nota respecto de la CONASEC -Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana- cuestionando los resultados de sus funciones:Leer .
También resulta interesante la lectura del Informe Anual 2010 - Sobre Seguridad Ciudadana - Instituto de Defensa Legal - Set 2010: Leer).
La pena. Última solución.
Reducir la criminalidad es, sin lugar a dudas, la tarea pendiente de todos nosotros. No se trata de una función exclusiva de los órganos del Estado directamente encargados de la represión del delito: Ejecutivo, Judicial, Ministerio Público. A estas alturas, en pleno siglo XXI, es absolutamente necesario que terminemos de aceptar, de convencernos que dicha tarea involucra diversas disciplinas. La espiral delictiva, que crece -no porque de la noche a la mañana todos los delincuentes hayan decidido tomar por asalto las ciudades del país, sino porque, a medida que pasa el tiempo,  no existen los medios necesarios para brindar atención a una población que se incrementa exponencialmente- no solo requiere de una respuesta a través de la fuerza sino también razonada, inteligente (si el delito es violencia, su represión: penas privativas de la libertad, eliminatorias de vida, también lo es) .
Y quiero resaltar que utilizo el término reducir  y no eliminar, por la sencilla razón que el delito forma parte de nuestra condición humana, el hombre nunca dejará de cometer delitos; sus necesidades siempre corren más rápido que las atenciones que los satisfacen; el delito tiene la misma edad que la humanidad y por ello, a lo largo de la historia, las sociedades se han visto en la necesidad de buscar mecanismo de represión (en los albores) y de prevención (en los tiempos modernos) para contenerlo. El delito jamás será eliminado. Querer hacerle frente con esa idea es simple y llanamente una ilusión, una pérdida de tiempo.
Querer recurrir a penas que suprimen la vida o sacan de circulación (y para siempre) a una persona jamás ha podido evitar que se sigan cometiendo más delitos ¿O acaso el homicidio, la violencia sexual, el robo son conductas aparecidas recientemente?
Debemos ya, no permitir que las autoridades nos engañen con poses, declaraciones y actitudes demagógicas. Debemos ya, no dejarnos convencer con  promesas de penas más graves (elevar las ya existentes) o cambios en la Constitución para viabilizar penas de muerte. Las penas, convenzámonos de una vez, no intimidan, jamás han evitado que los delitos se sigan cometiendo. El delito requiere ser prevenido, combatido y reprimido científicamente y no a través de medidas puramente reactivas, emotivas, carentes de resultados reales que es lo único que se nos ofrece para salir del problema. No hay una actitud que demuestre verdadero interés. Fruncir el ceño no es suficiente. Decir que odio a los violadores y a los corruptos y los voy a meter a la cárcel de por vida, no soluciona nada, solo inspira desconfianza en cuanto es signo que demuestra que no se sabe qué hacer. Otra reacción puramente emotiva.
El delito debe, antes que nada, ser prevenido. Deben ser materia de estudio, análisis constante aquellos comportamientos que si bien en un determinado espacio-tiempo no son calificados como delitos, más adelante podrían serlo por el peligro que conllevan, para efectos de buscar las formas  no represivas de contenerlos, controlarlos, anticiparlos. Deben conformarse grupos de trabajo permanente que involucre a especialistas de diversas aéreas del saber humano dedicados a esto (y que la sociedad conozca cuáles son). La lucha contra la criminalidad no debe ser puramente jurídica y judicial ¿Alguna vez, Usted, a comienzos de los 80’s, tuvo conocimiento de cómo se iba analizando el desarrollo del fanatismo deportivo que luego desembocó en las barra bravas y posteriormente fue uno de los afluentes del hoy llamado pandillaje?
Por cierto, nunca escucho decir, de parte de una autoridad, que se hace necesario erradicar esa combinación barras-clubes deportivos (futbol) para controlar la violencia en espectáculos deportivos; más bien asistimos a muestras de tratos blandos, condescendientes con quienes han hecho de una actividad, otrora de esparcimiento, un pretexto para la violencia y comisión de delitos.
Cuando exigimos a la policía, al ministerio público y a los  jueces que encierren a un delincuente solo estamos preocupándonos de la represión del hecho cometido pero no nos preocupamos de evitar que otros, más adelante, también cometan hechos similares y/o de distinta naturaleza. Resulta patético ver como se generaliza la idea que los delitos sólo los comenten quienes han salido de prisión por cumplimiento de su pena o producto del cohecho con alguna autoridad torcida.
¿Nos interesamos acaso en preguntar el por qué del actuar delictivo? ¿Nos interesamos saber qué se está haciendo para prevenirlo?
El ser criminal, el lado sombrío de nuestra naturaleza, ronda siempre en nosotros, en nuestros hijos, en nuestra actividad. Nadie en lo absoluto puede decir que jamás ha estado tentado a delinquir. Sería negar su propia  naturaleza. La diferencia con los que lo hacen es que ellos no lograron el autocontrol, primero, y no obtuvieron la ayuda necesaria para no hacerlo, después. La diferencia con los que cruzan la línea es que tuvimos la suerte de desenvolvernos en un medio, en un entorno adecuado para socializar.
¿Se ha puesto Usted a pensar que la delincuencia podría ser un problema clínico? Seguro que no, puesto que siempre asociamos la idea al campo legal, jurídico.
Nadie pone énfasis en una educación que antes que cualquier cosa enseñe a  nuestros hijos a respetar las normas y a razonar la conveniencia de ello. En este aspecto somos una sociedad con una severa atrofia que necesariamente a afectado nuestra forma de comportarnos.
Buscar soluciones inmediatas: aumento de penas, eliminación de beneficios penitenciarios, aplicación de pena de muerte, solo ataca el problema luego que el delito se ha cometido y esta seguirá siendo una salida jurídica, judicial y nada más.
Que luego se siga dando la comisión de los mismos delitos con medios más sofisticados no es ni será problema de la policía, el ministerio público ni el poder judicial. Es producto de la falta de una verdadera estrategia que se anticipe a los hechos. No confundamos. La aplicación de la Ley Penal es posterior a la comisión del delito.
Que se impongan penas, sí. Que la estadía de un condenado no sea unas vacaciones pagadas con el dinero de todos nosotros, por supuesto que no. Que la pena sea acorde con el grado de responsabilidad del sujeto, siempre; pues una sanción demasiado benigna o demasiado severa no es justa y rebaja la justicia a una mera reacción emotiva. Que la imposición de la pena  tenga como finalidad el intento de recuperar al ser humano, debe ser siempre la consigna. Solo así podemos ser exigentes en la imposición de penas severas. Quien no aprovechó la oportunidad que se le dio nuevamente, asuma sus consecuencias. Los demás, nos sentiremos tranquilos con el funcionamiento del sistema, en la medida que entendemos que  la sanción es el último medio al que recurrimos cuando otros medios, diseñados dentro de una verdadera estrategia, no pudieron evitar la comisión del delito.
Así como la pobreza, el hambre, el atraso económico se combate con planificación y medidas técnicas, el problema de la delincuencia también debe de serlo. Y, así como debemos buscar los técnicos y profesionales adecuados para lograr un crecimiento económico; debemos buscar a personas preparadas que nos traigan propuestas técnicas, científicas con qué prevenir, combatir y reprimir el delito.
"Las políticas públicas relacionadas a la seguridad
ciudadana se orientan, prioritariamente,
a responder a las demandas de una
población atemorizada por los delincuentes
y la violencia. Sin embargo, muchas de las
políticas aplicadas no buscan resolver las
causas que se hallan en el origen de las diferentes
manifestaciones de delincuencia
Por el contrario, lo que buscan es apaciguar
momentáneamente la sensación de inseguridad
de los ciudadanos.".

(Informe Anual Sobre seguridad Ciudadana 2010 -Set. 2010- Instituto de Defensa Legal. Pág. 46).

Max Marruffo S.

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