Increíble pero ya superamos la primera mitad del
año. La vida agitada de ahora nos hace sentir que el tiempo cada vez más se
pasa volando y sólo queda definir según nuestras metas si julio representa aún
el comienzo o el inicio de su fin.
En todo caso, sigo creyendo que somos afortunados
que las fechas más importantes del calendario recaigan en temporadas y meses
adecuados para su celebración.
La navidad y el año nuevo nos llegan junto con el
verano, estación de vida, de diversión, de compañía de nuestros hijos en
vacaciones. Fiestas patrias, en julio, 7° mes en el que tal vez nos encontramos
ya un poquito cansados. El friecito típico de estos días llama o provoca
encuentros cálidos con familiares y amigos, sin límites, pues siempre tenemos
dos días libres o más si coinciden con un fin de semana.
Pero lo importante, lo que no debemos dejar de
recordar es que, se trata de un mes de reflexión, de toma de postura frente al
destino de nuestro país, hogar de nuestros hijos. De asumir compromisos para
que en el pequeño ámbito en que se desenvuelve nuestra existencia (casa,
trabajo, escuela, etc.) aportemos un granito de arena para su desarrollo.
Si bien económicamente, las cosas van por buen
camino, aún son necesarios otros aspectos igual de importantes que todavía
permanecen sin progresar.
Nuestra conducta como ciudadanos civilizados deja
aún mucho que desear. No estamos acostumbrados a acatar reglas, normas, leyes y
eso causa muchos problemas. Nos desprestigia en el ámbito internacional.
De qué nos vale ser noticia en diarios y programas
de televisión en el mundo que informan de nuestro milagro económico, mientras
también difunden hechos como la violencia cotidiana en nuestras calles, el
irrespeto a normas tan elementales de desenvolvimiento diario como son las
normas de tránsito, la vocación por la corrupción que surge en cada peruano que
llega a ocupar un puesto público, y un larguísimo etcétera.
Debemos tomar como aliciente el hecho que por
primera vez, el discurso de apertura de gobierno de un nuevo Presidente de la
República no tendrá ese tono lastimero de los últimos cinco presidentes de
nuestra historia. Ya no se escuchará, no se debería escuchar esos ayes que
enlodaban nuestra fiestas y dejaban en el ánimo de la gente más desconfianza,
más pesadumbre que optimismo. Cada nuevo régimen representaba más de lo mismo,
la sensación que nada iba a cambiar, más desánimo.
Ahora no estamos mal, no estaremos tan bien como
quisiéramos pero, no estamos mal. El color azul parece estar acostumbrándose en
nuestras cifras económicas. Hagámoselos saber a nuestros hijos. Felices ellos
de vivir una realidad distinta, por lo tanto, con más razón deben esforzarse a
que lo malo que sigue ocurriendo en nuestro país termine de desaparecer como ya
sucedió con la inflación, la escases. Nosotros debemos darles el ejemplo.
Patria no es una sensación producto de la resaca o
del gol de un futbol hace tiempo venido a menos. Patria es un sentimiento de
cariño por lo nuestro, a nuestro pasado, a nuestra historia, a valores que
debemos replantear. El amor a la Patria debe ser también el deseo de dar una
imagen distinta de nuestro país, de querer ser vistos de un modo diferente al
que se están acostumbrados los demás seres que habitan este mundo. La patria
nos exige ser dignos de respeto.
Que estos nuevos cinco años de gestión presidencial
posibiliten un mayor crecimiento. No hay otra cosa que podamos desear, en bien
de nuestros hijos. No podemos cometer la locura de dispararnos a nuestros
propios pies.
¡Felices
Fiestas Patrias paisanos!
Tema:
Oscar Avilés Arcos: Improvisaciones de valses (Derechos Reservados).
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Max Marruffo S.
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