viernes, 20 de mayo de 2011

Error histórico

En el lenguaje político, se suele utilizar la palabra histórico, histórica a efectos de señalar la importancia que en el tiempo posterior asumirá un determinado hecho, acto, dicho, etc. Así se suele decir, el compromiso histórico asumido por…, la cita histórica entre…
Es decir, histórico, en política, es todo aquello que dejará una huella imborrable en el devenir de una sociedad y marcará, de una u otra forma, su destino.
Todos -también yo- los que sentimos que nos encontramos en una encrucijada, esto es, en una situación difícil en la que no se sabe qué conducta seguir para el día 5 de junio, debemos asumir nuestro error histórico y dignamente enmendarlo a fin de no continuar hundiendo el pié en el fango que hemos creado.
Cuál es ese error histórico que atribuyo y me atribuyo.
Se cree, que en los comicios electorales los únicos que deben hacer campaña son quienes candidatean a la presidencia o al congreso, que los únicos que deben salir a las plazas públicas son aquellas personas que necesitan transmitir, inculcar o inocular sus promesas a cambio de un voto.
Lo cierto es que, el pueblo, los electores que no respondemos, que no estamos afiliados a un partido o grupo político, también tenemos el derecho -y diría hasta la obligación- de hacer sentir, en esas mismas plazas públicas, nuestras condiciones y fijarles los límites del mandato que nos requieren.
El error histórico nuestro no fue el llevar a la segunda vuelta electoral a Ollanta Humala y a Keiko Fujimorí, sino, permitirles a Toledo, Castañeda y Kuczyinski que antepongan sus apetitos particulares, el culto a su propia personalidad, antes que los intereses del pueblo. No haberlos forzado asumir una alianza bajo apercibimiento de nosotros mismos señalar nuestro candidato.
Podemos enmendar el error?
Sí, no faltando a la razón y a la lógica. Estas nos indican que, quienes dentro de poco serán objeto de elección, no tienen capacidad moral para ocupar el cargo que les otorga nuestra representación. Por lo tanto, nuestro voto no debe darse a favor de ninguno de ellos. Viciarlo o emitirlo en blanco debe ser la consigna y sea quién sea el elegido, sus actos recaigan en esos tres.
En estos últimos días se ha puesto de manifiesto la verdadera catadura moral de Humala y finalmente ha quedado demostrado que es un tipo que no piensa por él mismo, no tiene o adolece de iniciativa, peor aún, que carece de convicción. En fin, que ni siquiera tiene madera para ser tirano o déspota. Somos más fuertes que él y ni siquiera se constituye en enemigo (como dice Fito Paez, debemos cuidar que el enemigo esté a la altura del conflicto).
En cuanto a Keiko Fujimori, llevarla al poder representa un acto antinatural, contradictorio que nuestra consciencia no podrá soportar. La sombra de su padre jamás la dejará gobernar tranquilamente y eso la hará un blanco fácil para la vacancia.
Que, la deshonra que representa cualquiera de las dos candidaturas recaiga sobre Toledo, Castañeda y Kuczyinski. Que sean ellos los que asuman el resultado del gobierno de cualquiera de esos dos.
Somos el pueblo que lucha día a día por vivir dignamente sin tener que estirarle la mano al Estado. Ese pueblo que no tiene más padre que aquel que le dio la vida y que puede estar jodido pero no ve en el Estado la única fuente de salvación. Pueblo que no vive y se resiste a vivir de él. Somos la clase media o progresista. Único segmento digno de éste país. Vivimos de nuestro trabajo. Nunca debemos olvidarlo.
Max Marruffo S.

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